Adolfo J. Castañeda, MA, STL
Director de Educación de VHI
Este pasaje no es propiamente sobre el nacimiento de Jesús, sino sobre su Encarnación, también llamada la Fiesta de la Anunciación, que la Iglesia celebra el 25 de marzo de cada año, nueve meses antes de la Navidad. Sin embargo, nos ha parecido apropiado reflexionar sobre esta escena del Evangelio porque sin la Encarnación de Jesús en el seno de María no habría Navidad. Además, dicha reflexión arroja luz sobre la importancia de la causa provida. Después de todo, antes de nacer, Jesús pasó nueve meses en el vientre de María.
La primera verdad que observamos en este pasaje evangélico es que en él aparece por primera vez en la Biblia la revelación de la Santísima Trinidad. El Arcángel San Gabriel, cuando María pregunta cómo será posible que ella sea la madre de Jesús, le responde: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo [Dios Padre] te cubrirá con su sombra [señal de la presencia de Yahveh guiando a Su Pueblo fuera de Egipto, ver Éxodo 13:22]; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (v. 35). De manera que aquí tenemos, por primera vez y de manera explícita, la revelación de la Santísima Trinidad, y la primera persona humana en recibir esa revelación, la más importante de la religión cristiana, es María.