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Los Reyes Magos y los Santos Inocentes

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Adolfo J. Castañeda, MA, STL
Director de Educación de VHI

El pasaje que trata este tema se encuentra en Mateo 2:1-18. Lo primero que observamos es la venida de unos magos o sabios de Oriente, estudiosos de las estrellas. (En esa época tan antigua, la astrología y la ciencia de la astronomía no se habían separado todavía. De manera que no podemos acusar a los magos de haber sido supersticiosos y mal intencionados. Más bien debemos regocijarnos y agradecer a Dios, Quien, con Su infinita sabiduría, es capaz de penetrar el error con la luz de la Verdad.) Guiados por una misteriosa estrella, los magos vinieron a adorar al que ellos reconocen como Rey de los judíos (vv. 1-2). Aquí nos encontramos con tres verdades asombrosas, siendo que estos sabios, a quienes la tradición llama “reyes magos”, venían de lejos y ni siguiera pertenecían al pueblo de Israel.




La primera verdad es que los magos reconocen al Niño Jesús como Dios, ya que ellos mismos dicen que vienen a “adorarle” (v. 2). La segunda es que le llaman, con toda razón, “Rey de los judíos” (v. 2). Treinta y tres años más tarde, Poncio Pilato mandó poner en el tope de la cruz donde fue clavado Jesús un letrero que decía “Jesús nazareno Rey de los judíos” (ver Juan 19:19). Pilato no se dio cuenta de la verdad que estaba proclamando, pero estos sabios de Oriente sí. La tercera verdad es el hecho de que los magos no eran de Israel y ello constituye la primera vez que Jesús se manifiesta a los paganos. Con este acontecimiento Dios nos está diciendo que Su Hijo vino al mundo para salvar a toda la humanidad y no solo a Su amado pueblo de Israel. Este es el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento (AT) acerca del homenaje de las naciones al Dios de Israel (ver Números 24:17; Isaías 49:23; 60:3ss y Salmo 72:10-15).


Gracias a la estrella milagrosa (profetizada en Números 24:17), los magos encontraron a Jesús. Inmediatamente le adoraron y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra (vv. 9-11). Estos regalos eran riquezas y perfumes de Arabia, de donde probablemente procedían estos sabios astrólogos. Los Padres de la Iglesia han visto en esos tres regalos símbolos muy potentes en torno a la identidad de Jesús. El oro significa que Jesús es Rey, no sólo de los judíos sino también del mundo entero. El incienso se refiere a la Divinidad del Niño. Y la mirra simboliza la Pasión y Muerte de Cristo.


La Pasión y Muerte de Cristo proyectaron su sombra no sólo en el regalo de la mirra, sino también en los planes homicidas del cruel Rey Herodes. Este rey pertenecía a una poderosa familia edomita (no judía), y había sido elegido como rey títere del Imperio Romano. Por lo tanto no era descendiente del Rey David, de cuyo linaje debía proceder el Mesías (ver Mateo: 1:1-17; 2 Samuel 7:16 y Salmo 89:3-4).


Mientras acontecían los hermosos hechos apenas narrados, el Rey Herodes estaba maquinando cómo deshacerse de Jesús. Herodes se había enterado de la realeza de este Niño a través de los propios magos, quienes inocentemente le habían manifestado sus nobles propósitos (vv. 1-3). Debido a su ansia desmedida de poder y a su temor al Imperio Romano, la noticia de un futuro rey en su territorio lo enfureció y ordenó la cobarde matanza de los niños varones de dos años para abajo que vivían en Belén y la comarca vecina (v. 16). Herodes no sabía exactamente dónde estaba el Niño, ya que los magos, avisados por Dios en sueños, no regresaron donde el malvado rey, sino que se volvieron a sus tierras por otro camino (v. 12). Pero el rey-títere sí sabía, por los expertos en el AT, que el niño nacería en Belén de Judá, según la profecía de Miqueas 5:2.


La matanza de estos niños inocentes constituye uno de esos casos del misterio del mal, que sólo a la luz de la Pasión y Muerte de Cristo Inocente se puede aclarar un poco y ofrecer esperanza a los inocentes que sufren o mueren, así como a los que los aman y cuidan de ellos. Por eso la Iglesia los considera mártires que están en el Cielo, ya que, sin saberlo, murieron en lugar del Niño Dios (ver Catecismo, no. 530). La Iglesia los recuerda todos los 28 de diciembre.


Se podría establecer un cuidadoso paralelo entre la muerte de estos Santos Inocentes y los niños y niñas inocentes que hoy en día mueren por millones a causa del aborto. Es verdad, no se puede llamar a estos últimos mártires de Cristo, pues las circunstancias son distintas. Sin embargo, hay un cierto paralelo entre los Santos Inocentes y los inocentes de hoy que mueren a manos de los modernos “Herodes” del aborto.


También podríamos establecer un cierto paralelo entre el Herodes de los tiempos de Jesús y los modernos Herodes que cometen o promueven el aborto: médicos abortistas, políticos, estrellas de cine y TV, etc. Sin embargo, aquí no estamos condenando a nadie, sino invitando a todos a la conversión y al Sacramento de la Confesión.


De hecho, la Iglesia, siguiendo a Jesús Misericordioso, da un paso más e inspirándose en las Sagradas Escrituras (ver Mateo 2:18), ha establecido programas de reconciliación y sanación para las personas, hombres o mujeres, que se han arrepentido de haberse involucrado en un aborto y que sufren a causa de ese grave pecado y por la pérdida de sus hijos. Los nombres de estos programas, entre otros, son Proyecto Raquel, Viñedos de Raquel y Proyecto Guadalupe.


La visita de los Reyes Magos y la matanza de los Santos Inocentes debe constituir para todos nosotros un doble compromiso: renovar nuestra fe en el Hijo de Dios y nuestra labor a favor de los bebés por nacer, sus mamás y todos los que sufren a causa del aborto. ¡Que nadie pierda la esperanza!