Arriesgamos todo para salvar algunas vidas humanas. Pero, ¿por qué no todas?

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Padre Shenan J. Boquet
Presidente
Human Life International

Los períodos de interrupción y agitación tienden a exponer nuestro verdadero ser. Las ideas así recogidas no siempre son reconfortantes. Por ejemplo, un hombre puede sentirse convencido de que es especialmente valiente, pero puesto repentinamente en una situación de peligro, puede encontrar, para su sorpresa, que se acobarda y huye.

Hemos entrado en un período de interrupción. Una pandemia está arrasando el mundo. Ya han muerto decenas de miles de personas, y parece probable que decenas de miles más morirán antes de que esto termine. Mientras que hace solo un mes parecía que el mundo estaba bajo control, ahora todo está cambiando. Hace un mes, estábamos haciendo planes cómodamente para el siguiente mes o año, o incluso para los próximos cinco años; ahora nos preguntamos qué pasará al día siguiente. Para muchos ha sido un shock el hecho de que la ciencia médica moderna no haya, como pensábamos ingenuamente, desterrado permanentemente el espectro de grandes brotes de enfermedades transmisibles. Estamos siendo juzgados en el crisol de la disrupción.

Incluso en el mejor de los tiempos, se vendían malas noticias. Y ahora que realmente están sucediendo cosas malas, incluso a escala global, los medios de difusión parecen demasiado ansiosos por garantizar que ninguna predicción o desarrollo aterrador pase desapercibido. Desafortunadamente, con tantos millones de desempleados temporales, muchas personas no tienen nada más que hacer que ver cómo se desarrolla el desastre en tiempo real en sus televisores y teléfonos inteligentes. El resultado es un miedo generalizado. Algunas personas, como cabría esperar, no responden bien. Y así, además de sumergirnos en los hechos angustiantes sobre el virus en sí, los medios también se aseguran de que aprendamos sobre las diversas formas en que las personas están cayendo en una crisis. Por esa razón, vemos noticias sobre cómo algunas personas están condenadas al ostracismo o abusando de las enfermeras que trabajan para salvar vidas, porque temen contagiarse del virus. Vemos historias sobre cómo algunas personas se benefician cínicamente de la pandemia al exagerar los precios de las necesidades básicas, cómo los vecinos están avergonzando a otros vecinos por no seguir estrictamente los protocolos de aislamiento, y así sucesivamente.

Redescubramos la dignidad humana

Pero los tiempos críticos no solo exponen debilidades; también refinan, fortalecen y revelan la fuerza que ya existe. Y el hecho es que hay mucho sobre este brote de coronavirus que es increíblemente alentador, si solo nos damos el tiempo de buscarlo. Como resultado, muchas personas que están siendo colocadas en el crisol de la pandemia del coronavirus están demostrando que están hechas de las cosas más puras y resistentes. Para ser justos, algunos medios también cuentan estas historias: historias de cómo vecindarios, ciudades y países se unen para encontrar soluciones que satisfagan las necesidades de las personas mayores y otras personas vulnerables; de cómo en ciertos barrios las personas cantan juntas para mantener el ánimo en alto; de cómo los sacerdotes están ideando nuevas formas de suministrar los sacramentos a los fieles; del heroísmo cotidiano de los empleados de las tiendas, de los trabajadores de entrega y de otros que mantienen a nuestra nación funcionando; e historias del heroísmo verdaderamente extraordinario de los innumerables médicos, enfermeras, sacerdotes y otros que textualmente están poniendo en riesgo sus vidas para tratar y atender a los enfermos [1].

Sobre todo, estamos aprendiendo cuánto valoramos la vida humana y cuán grandes son los sacrificios que estamos dispuestos a hacer para salvar vidas. Este fue el punto de un artículo reciente de la revista católica The Catholic Thing. En medio de la pandemia, escribe Hadley Arkes: “La premisa dominante y reinante, que abarca a todos los países y culturas y a todos los sectores de los medios de comunicación, es que nuestra misión es proteger la vida humana, todas las vidas humanas. Y para lograr ese fin, estamos dispuestos a invertir casi todo lo que se ha vuelto normal, e incluso necesario, en nuestras vidas” [2].

El gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, no es provida, por decirlo suavemente. El año pasado con mucho beneplácito firmó un proyecto de ley que permite el aborto hasta el nacimiento, entre otras cosas horribles. Incluso ordenó que el Edificio Empire State se iluminara de color rosa para celebrar la aprobación de dicho proyecto [3]. Fue grotesco. Y sin embargo, ahí estaba en una entrevista la semana pasada criticando el darwinismo social, sí, específicamente lo llamó así, que sacrificaría conscientemente a algunas personas consideradas “menos aptas” o “menos valiosas”, especialmente los ancianos, por groseras razones utilitarias.

Algunas personas, dijo el gobernador Cuomo, parecen estar abogando por una actitud de “Bueno, simplemente sacrificaremos a las personas mayores. Son personas mayores de todos modos. Y los viejos se quedan atrás”. A esto, Cuomo respondió: “¿Qué es esto? ¿Alguna teoría moderna darwiniana de la selección natural? ¿No puedes continuar, de manera que la humanidad te va a dejar atrás? Vamos a seguir adelante y si no puedes seguir el ritmo, ¿simplemente te quedarás en el camino de la vida? Dios no lo quiera.” Y agregó: “Mi madre no es prescindible, su madre no es prescindible y nuestros hermanos y hermanas no son prescindibles, pero no vamos a aceptar la premisa de que la vida humana es desechable.”

Las personas provida estuvieron de acuerdo con estas afirmaciones del Gobernador Cuomo. Pero al mismo tiempo señalaron el contexto hipócrita en que las mismas fueron expresadas debido a que Cuomo, como hemos señalado antes, está de acuerdo con el aborto incluso hasta el momento mismo del nacimiento.

Sin embargo, como Arkes afirma en su artículo,  no debemos descartar tales comentarios del gobernador simplemente porque son hipócritas. Hipócritas, sin duda lo son. Pero también son ciertos. De hecho, sugiere Arkes, deberíamos sentir cierto consuelo en el hecho de que ciertas verdades morales están tan profundamente arraigadas en nuestra estructura cultural que la mayoría de nosotros las damos por sentado por completo: sobre todo, la verdad de que todo ser humano posee un infinito valor y dignidad. “Respecto de esta firme convicción de que hay que salvar a todas las vidas humanas que se pueda, no ha habido dudas ni siquiera entre los principales locutores de los medios liberales”, señala Arkes. “No parecen dudar de que el propósito primordial es salvar vidas, de los jóvenes y saludables, así como de las personas mayores y de los que se encuentran al final de sus vidas”.

Mi punto al escribir esto no es entrar en el debate sobre la mejor manera de responder al coronavirus o cómo sopesar los diversos bienes (incluido el bien de una economía saludable) en una balanza. Mi propósito es únicamente señalar que hay algo alentador en el hecho de que tantas personas han demostrado estar dispuestas a alterar drásticamente sus vidas y hacer otros sacrificios significativos, a pesar de que ellos mismos corren el riesgo de ser infectados por el virus. En el corazón de esta voluntad hay un reconocimiento de que cada persona es valiosa; que las personas son más importantes que las cosas; y que la medida de cada persona, institución y sociedad es si amenaza o mejora la vida y la dignidad de la persona humana. Y en el corazón de esta disposición está la verdad bíblica fundamental de que los seres humanos son de alguna manera extraordinarios y que, como nos enseña el Génesis, estamos “hechos a imagen y semejanza de Dios”.

Una inconsistencia mortal

Hay una famosa historia sobre la antropóloga Margaret Mead. Hace años, una estudiante le preguntó qué consideraba que fue el primer signo de civilización en la cultura. Uno podría haber esperado que respondiera señalando la evidencia arqueológica que muestra el desarrollo del arte representativo, la fabricación sofisticada de herramientas o la evidencia de prácticas religiosas. En cambio, mencionó un antiguo fémur humano encontrado en una excavación arqueológica. ¿Y qué fue tan notable de este hueso? El hecho de que claramente se había quebrado y luego fue sanado. Como señaló Mead, en el reino animal, un hueso fémur roto es una sentencia de muerte. Con tal lesión, un animal no puede moverse e inevitablemente será abandonado por sus compañeros y será víctima de depredadores o del hambre. La única forma en que esta persona antigua podría haber sobrevivido el tiempo suficiente para que el hueso se sanara fue si otros seres humanos se preocuparon desinteresadamente por sus intereses, la protegieron y le proporcionaron alimentos y bebida.

Los seres humanos no son como otros animales. Reconocemos, como ningún otro animal, la dignidad y el valor intrínsecos e infinitos de nuestros semejantes.

Pero no siempre ha sido así. Por ejemplo, considere el titular de este artículo del consejo editorial del New York Times la semana pasada: “Hagamos que el aborto esté más disponible durante la pandemia, no menos” [4]. No le aburriré con el tonto “razonamiento” de los escritores de este editorial, quienes también rechazan la afirmación de que el aborto es un servicio “no esencial” como si fuese una “evidente tontería”. No. ¡La “evidente tontería” es que un procedimiento mal llamado “médico” que mata a otro ser humano y no cura ninguna enfermedad podría considerarse “esencial”! Desafortunadamente, esta es la gran paradoja en el corazón de nuestra cultura post-cristiana. Por un lado, nuestra cultura está impregnada de valores cristianos. La regla de oro es tomada por la mayoría de las personas como algo más que evidente, a pesar de que estaba lejos de ser obvia en muchas culturas paganas no cristianas, que sistemáticamente, brutal y conscientemente deshumanizaron y trataron como prescindibles a aquellos que no cumplían ciertos criterios arbitrarios.

Lamentablemente, todavía estamos afectados por esta misma ceguera, ¡aunque deberíamos saberlo mejor! Y así, al mismo tiempo que el New York Times aboga por la necesidad de hacer sacrificios extraordinarios para salvar las vidas de las personas más vulnerables al coronavirus, el mismo periódico está pidiendo la muerte de toda una clase de seres humanos aún más vulnerables — los bebes que aún no han nacido.

La dignidad de la persona humana es la base de una visión moral de la sociedad. Nuestra labor como personas provida es llamar la atención de los demás sobre cómo la verdad del valor y la dignidad de la vida humana, en la que la mayoría de las personas dicen creer, es violada flagrantemente en nuestra sociedad todos los días. El gobernador Cuomo tiene toda la razón: ningún ser humano es prescindible, no importa cuán débil o indefenso sea. Sin embargo, el darwinismo social que sacrifica a niños y niñas que no han nacido todavía simplemente porque no se ven y aún no están “produciendo” nada de valor plantea una amenaza mucho mayor para la vida que este virus que ha llevado a nuestra sociedad a un punto muerto.

Imagínese si nosotros, como sociedad, tuviéramos la cuarta parte de la motivación para salvar las vidas de los no nacidos como lo estamos para salvar a las víctimas del coronavirus. Nunca más nos encogeríamos de hombros y declararíamos con displicencia que una mujer “tuvo” que abortar a su bebé porque era pobre y no podía permitirse el lujo de cuidar a su hijo. Del mismo modo que los gobiernos han arriesgado todo para apoyar a los desempleados temporales para que sea posible contener este coronavirus, haríamos todo lo que esté a nuestro alcance para identificar a las mujeres embarazadas de bajos recursos o con otras dificultades y asegurarnos de que tengan el apoyo que necesitan para tener a sus bebés. Y así como muchos estados rápidamente han hecho ilegal exponer deliberadamente a alguien a este virus, también haríamos todo lo que esté a nuestro alcance para que sea ilegal ir a una mal llamada “clínica” abortiva para matar a un bebé que no ha nacido todavía.

Como han demostrado estas últimas semanas, estamos dispuestos a hacer todo lo posible para proteger la vida de los vulnerables. Si pudiéramos ser consistentes en esa disposición, ¡cuántos millones y millones de vidas humanas podríamos salvar, a partir de hoy!


Notas:

[1]. https://www.theguardian.com/world/2020/mar/25/astonishing-170000-people-sign-up-to-be-nhs-volunteers-in-15-hours-coronavirus.

[2]. https://www.thecatholicthing.org/2020/03/24/the-virus-and-other-moral-hazards/?utm_source=The+Catholic+Thing+Daily&utm_campaign=e121dec43a-EMAIL_CAMPAIGN_2018_12_07_01_02_COPY_01&utm_medium=email&utm_term=0_769a14e16a-e121dec43a-244263097.

[3]. https://www.hli.org/2019/01/the-scandal-of-cuomo-and-new-yorks-horrific-abortion-law/.

[4]. https://www.nytimes.com/2020/03/26/opinion/abortion-law-coronavirus.html.


Fuente original https://www.hli.org/2020/03/we-will-risk-everything-to-save-some-human-lives-why-not-all/


VHI agradece a José Antonio Zunino Tosi del Ecuador la traducción de este artículo.